Con mucho dolor y sorpresa hemos asimilado la noticia de la repentina partida del biólogo y Premio Nacional de Ciencias, Humberto Maturana, pensador que cambió radicalmente la mirada mundial sobre la comunicación e interacción entre los seres vivos y las emociones humanas.
A través de su mirada, que integra aspectos de las humanidades en el análisis científico, hoy contamos con conceptos como la autopoiesis y la creación de realidad a través del lenguaje, la interacción recurrente y recursiva que produce acoplamiento estructural, que resultan fundamentales para comprender de manera más integral los sentidos más profundos de la vida en su amplia diversidad.
Es justamente su propia vida la que hoy deja el cuerpo biológico en una discreta paradoja, a semanas de publicar su último libro y con un reconocimiento mundial por su aporte inconmensurable al entendimiento de las relaciones entre seres vivos, entre ellos, la humanidad.
Es más que necesario, entonces, fijar su lugar en la cultura, identidad y cariño de su pueblo para que sus ideas nos sigan acompañando. Por eso nos parece pertinente recordar sus palabras en el contexto de lo orígenes del programa CECREA, en 2015, del cual fue un importante colaborador:
«Un contexto cultural amoroso conservado en prácticas como las que propone los Centros de Creación, puede generar el espacio para la realización de niños, niñas y jóvenes que vivan su transición a la adultez hacia personas adultas que conserven la creatividad, la ética, y la colaboración».