Ella es hija de una familia adinerada que afianzó su ascendiente social y su fortuna durante la dictadura de Pinochet. Él es un profesor de hípica, exmilitar investigado por torturas durante la época oscura de Chile. Son diferentes caras, ramificaciones del fascismo, los apoyos que necesita un gobierno totalitario para mantenerse en el poder. Y esa fauna que se alimenta de la podredumbre dedica la chilena Marcela Said (Santiago de Chile, 1972) su nueva película, Los perros, estrenada en la Semana de la Crítica de Cannes y ganadora en San Sebastián del premio Horizontes Latinos.
Said lleva años realizando un cine «arriesgado», tanto en ficción como en documentales. «Me gustan los desafíos cuando hago cine». Así ha ilustrado la dictadura pinochetista, el poder del Opus Dei en su país natal, el desamparo de los mapuches… Cuando estaba filmando El Mocito, sobre un chaval que servía café a los militares en mitad de las sesiones de tortura, la cineasta conoció a Juan Morales Salgado, excoronel que entonces impartía clases de equitación. Said se apuntó con una ulterior intención: indagar en interior de aquel monstruo. Así nació Los perros, otro reflejo del gran momento que vive el cine chileno, que refleja la dualidad que vive su sociedad. Por un lado, una efervescente cinematografía, encabezada por Pablo Larraín o Sebastián Lelio, por otro, varias capas de la población aún ancladas en su instante más oscuro. «Creo que Chile no se ha recuperado aún de Pinochet. Debes ver más allá y entender la dictadura como un sistema donde no solo se vulneran los derechos del ser humano, sino que además aprovecha el terror para imponer un sistema económico, neoliberal, que transformó mi país incluyendo variables como el individualismo exacerbado y el consumismo desatado. Y hoy vas a Santiago y ves una ciudad limpia, con autos nuevos, y se te escapa que eso es de unos pocos, que se quedaron con toda la plata, porque saquearon el país. El resto vive mal con varios trabajos y créditos».
Marcela Said, con el premio de San Sebastián.
Esa clase media es «la que lucha por sacar adelante Chile y realizar cambios profundos para obtener una educación gratuita, un acceso al sistema de salud más justo». Said apunta: «Recuerda que aún nos regimos por la Constitución de Pinochet». Así que la cineasta no cree que haya un equilibrio: «Mi balance es más catastrófico. No creo que haya dos Chiles, sino que el pinochetismo ganó, impuso su sistema neoliberal, y el otro Chile aún grita porque se le haga caso».
Sin embargo, el cine de ese país se ha convertido en un arma de guerra usada por esa mayoría oprimida. «Por supuesto, porque el cine chileno siempre ha sido una cosa independiente. Por eso durante la dictadura no se hizo cine, cerraron las escuelas de cinematografía y de sociología… Patricio Guzmán se mudó a Europa. Hubo más creadores como Carmen Castillo, Emilio Pacull, Raúl Ruiz… Y todos crearon desde Francia [la misma Said vive ahora en París]. ¿Cuándo llega el boom del cine chileno? Cuando llega la democracia, cuando empezó un pequeño fondo para subvenciones, cuando se empezó a escribir con algo de libertad y mucho miedo, pensando en que si escribías algo político no te darían plata… ¡Y ocurrió lo contrario!». La cineasta también define otra característica de «este mundo aparte»: «Los artistas aún reflexionan, algo fundamental, aunque desde el lado de los oprimidos, de los sin dinero. Y por eso el cine latinoamericano es un milagro, que se paga con la coproducción». De ejemplo, Los perros, «una película francesa, alemana, chilena, suiza, argentina y portuguesa, y eso que es barata».
En Los perros se siente una opresión en cada fotograma gracias a la pareja protagonista, dos actores más poderosos y conocidos del cine latinoamericano: Antonia Zegers (El club, La memoria del agua, No o Sin filtro) y Alfredo Castro (El club, Desde allá, La cordillera Post Mortem o Neruda). «Tenía ganas de transmitir lo que a veces uno siente en esta negrura, que vive encerrado en sí mismo, en el que esta mujer por mucha plata y riqueza que posea no es feliz, no logra liberarse. Y como no es una heroína sino una antiheroína, la película fue muy difícil de hacer. Los perros no maneja los códigos actuales, no es un filme simple. Antonia y Alfredo me ayudaron a construir esos personajes condenados, marcados desde el inicio de la narración».
Aún queda otro detalle de las fabulosamente intricadas capas de Los perros: el patriarcado, o la mujer como vehículo de las acciones de los hombres. «Porque es el rol en el que te quieren ellos. Como productora de descendencia, como mera firmante de papeles. En este caso, ella encuentra cariño y atención contradictoriamente en el personaje menos correcto de la película, el acusado de crímenes contra la Humanidad. Son los matices, la plasmación de que el ser humano no se reduce a un acto».